La llegada en la tarde...

Recibí su beso con una sonrisa picara en mis labios mientras escabullia mis manos por su cuerpo, tomandola de la cadera y acercando su cuerpo al mio.
- ¿ crees que...nuestro amor dure para siempre? - me puse melancólico derrepente, recordando algunas palabras de mi padre que rondaban en mi cabeza..

Me sorprendío su pregunta, pero después sonreí y me apoyé sobre su pecho, para comenzar nuevamente a llevar mi dedo indice por su pecho.
-Por supuesto señor...-

Sonreí para mi mismo, y luego para ella, besando sus labios como ya lo habia hecho tantas veces antes.
Me quede abrazada a ella por unos momentos, pero luego la aparte suavemente de mi pecho para levantarme y quedar sentado en la cama.
- venga, es mejor que me vaya a dormir - me levante y me puse la camisa rapidamente.

Me quedé sentada en la cama sujetando la sábana para que me tapase, mientras que me acomodaba el pelo que tenía en la cara y lo ponía detrás de mi oreja, dedicandole una sonrisa.
-¿Quiere que mañana para el desayuno le prepare algo especial o lo de siempre?-

- preferiria...- voltee hacia ella con una sonrisa picara en mis labios, una sonrisa pervertida - verte a ti cubierta de chocolate - le guiñé el ojo y me reí calladamente al ver el sonrojo en sus mejillas - pero también me conformo con un pastel de chocolate y fresas
Le sonreí denuevo.

Me sonrojo ante su comentario...¿o tal vez fue su sonrisa pervertida, la que hizo que me sonrojara?
-Entonces un pastel de Ze....digo de chocolate y fresas para mañana-
Le dije con una sonrisa un tanto nerviosa por aquella casi equivocación que dije

- ~je~ sera perfecto un pastel de Zen - tomé su rostro entre mi mano y, despues de sonreir pervertidamente, la bese lujuriosamente para luego salir de su habitación en direccion a la mia - buenas noches - lamí mis labios.

-Buenas noches señor-
Cuando salió de mi habitación en dirección a la suya, hize una sonrisa infantil y tierna y me levanté de la cama, para dirijirme al cuarto de baño y darme una ducha caliente, para relajarme después de lo que había pasado, cuando terminé de bañarme salí y me puse el capisón de siempre que me llegaba hasta por encima de la rodilla y me tumbé nuevamente en la cama, para cerrar los ojos y taparme con las sábanas.
Para después abrazarme a la almohada y quedarme profundamente dormida.